jueves, 17 de junio de 2010

ABORTO una cruda realidad

"Dios tiene en su mano el alma de todo ser viviente y el soplo de toda carne de hombre" (Jb 12,10).

¿Qué hubiese pasado si María hubiese abortado a Jesús? Pensar en ello es algo extremista pero si lo piensas mejor, María estuvo bajo mucha presión, tuvo que enfrentarse primeramente ante la duda y desprecio de su prometido José, y seguramente, si éste no lo hubiese aceptado debería responsabilizarse ante la deshonra de su familia y el repudio de la comunidad Judía a la que pertenecía.

Te suena parecido, pues sí, hoy en día muchas futuras madres se encuentran en un callejón sin salida, en el culmine de decidir si aceptar el hijo que lleva en su vientre o matarle para hacer de si una vida más fácil. Y es que se nos ha dado una vida de comodidad, de facilidad, en que todo es desechable hasta la vida misma.

El aborto en muchos países es tema de discusión y debate, sin embargo, para nuestra iglesia este tema ha estado determinado desde su comienzo: “La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos los derechos de la persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida” (catequesis de la iglesia N° 2270)

Debe existir un inalienable sentido de la vida y de la existencia humana, y aunque suene algo crudo, no debe importar los sucesos que hayan sucedido anteriormente como violaciones, abusos, posibles malformaciones u otros, ya que el fin último del aborto es causar la muerte a un ser humano, y esto es gravemente contrario a la dignidad de la persona y a la santidad del Creador. Al justificar los motivos del aborto se está sentenciando a muerte desde antes de su procreación a un ser viviente, a un niño, ello es una contrariedad contra la vida.
La palabra nos señala que antes de habernos formado en el seno materno, ya el señor nos conocía, y antes que naciésemos ya nos tenía consagrados (Jr 1,5; Jb 10,8–12; Sal 22, 10–11), pues nuestros huesos se ocultaban, cuando éramos hecho en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra (Sal 139,15)

Incluso los primeros padres de la iglesia, en el siglo primero nos hablaban de la siguiente manera: “No matarás el embrión mediante el aborto, no darás muerte al recién nacido (Didajé, 2,2; Bernabé, ep. 19,5; Epístola a Diogneto 5,5; Tertuliano, apol. 9). Por ello debemos ser tajantes al señalar que desde su concepción, el niño tiene el derecho a la vida. El aborto directo, es decir, buscado como un fin o como un medio, es una práctica infame (cf GS 27,3) gravemente contraria a la ley moral. La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana. (Artículo 2322 catequesis de la iglesia).

La iglesia hace un llamado y grito de gemido a los países por tantos niños que han muerto por esta causa: Cuando una ley positiva priva a una categoría de seres humanos de la protección que el ordenamiento civil les debe, el Estado niega la igualdad de todos ante la ley. Cuando el Estado no pone su poder al servicio de los derechos de todo ciudadano, y particularmente de quien es más débil, se quebrantan los fundamentos mismos del Estado de derecho...El respeto y la protección que se han de garantizar, desde su misma concepción, a quien debe nacer, exige que la ley prevea sanciones penales apropiadas para toda deliberada violación de sus derechos" (CDF, instr. "Donum vitae" 103.104).

Esta es una cruda realidad, se estima que cada año, cincuenta millones de niños no llegan a ver la luz por causa del aborto; de ellos, la mitad se realizan bajo las leyes abortivas, esta cantidad equivale a casi tantas víctimas como las de la II Guerra Mundial, además las estadísticas mencionan que cerca de veinte mil mujeres fallecen en medio del aborto o por secuelas de ellas, es nuestra responsabilidad como cristianos, no solo impedir que esto suceda, sino también brindar apoyo a aquellas futuras madres que se encuentran confundidas y a los futuros niños en cuanto nazcan. A continuación les dejo el testimonio del doctor Bernard Nathanson que es responsable de alrededor de 75.000 muertes de embriones y niños, bendiciones. Ocxavco.

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